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            En 
              el interior de su recinto por completo amurallado, la ciudad que 
              refundara el conde Rodrigo Gónzalez posee un amplísimo 
              conjunto monumental de extraordinario interés, acaso insuficientemente 
              valorado. Gozan de gran fama los Carnavales del Toro, únicos 
              en su género. | 
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            Historia. 
              Al margen de posibles 
              poblamientos más antiguos, hacia el siglo VI a C. está 
              constatada la presencia de tribus celtíberas (vetones), a 
              cuya cultura pertenece el verraco de piedra actualmente emplazado 
              en el recinto del castillo. Mucho más numerosas son las huellas 
              de la romanización, documentadas a partir del siglo II a 
              C., durante la cual Mirobriga o Augustobriga, ya entonces amurallada 
              y bien comunicada por el puente, sobresalió como enclave 
              administrativo. Las tres columnas de esa época, restos probables 
              de un templo y actualmente situadas a la entrada de la ciudad, figuraron 
              desde muy temprano en los blasones mirobrigenses. Entró después 
              en un paulatino oscurecimiento que, desde el siglo II d. C., se 
              prolongó durante la primera invasión árabe 
              y hasta el periodo de repoblación acometido en los inicios 
              del siglo XII por el conde Rodrigo González, fundador de 
              la Civitas Roderici, origen del actual nombre. Durante algunos años 
              estuvo bajo el dominio de la diócesis salmantina y cayó 
              de nuevo en poder musulmán, hasta que, bajo el reinado de 
              Fernando II (1157-1188), fue definitivamente reconquistada, se convirtió 
              en sede episcopal y comenzó un proceso de auge, no exento 
              de fuertes conflictos entre los linajes que se iban fraguando en 
              ella. Tras participar en las luchas dinásticas castellanas 
              de finales del siglo XV, la ciudad vivió una etapa de gran 
              esplendor que se prolongaría durante toda la centuria siguiente. 
              Fue entonces cuando adquirió buena parte del aspecto monumental 
              aún perceptible. A mediados del siglo XVII las luchas con 
              Portugal tuvieron, dada la cercanía, importantes repercusiones 
              negativas. Guerras posteriores y en especial la de la Independencia 
              contra los franceses, durante la cual fue sometida a dos durísimos 
              asedios antes de ser liberada con la ayuda del duque de Wellington 
              (1812), causaron pérdidas irreparables en su patrimonio. 
              Actualmente, destaca como centro turístico y comercial, además 
              de por su importancia estratégica en las relaciones hispano-lusas. 
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            Fiestas. 
              Los Carnavales 
              Mirobrigenses, de fama internacional, se desarrollan en los cinco 
              dias anteriores al comienzo de la Cuaresma, de viernes a martes. 
              Están centrados en la figura del toro, con encierros y desencierros, 
              capeas y novilladas, que tienen como escenario principal la Plaza 
              Mayor, convenientemente acondicionada como coso. De los diversos 
              ritos y actos que incluyen (sorteo de novillos por el Bolsín, 
              bailes de disfraces, carrozas, retos gastronómicos), incesantemente 
              animados por el bullicio de peñas y charangas, destacan el 
              toro del aguardiente, en la mañana del martes, y el encierro 
              a caballo del domingo. Como suele ocurrir siempre que toda ciudad 
              esta en fiesta, el ambiente no es que sea indescriptible, pero hay 
              que vivirlo. Mes y medio después, el sábado de Gloria, 
              tiene lugar la charrada, amplia muestra del folclore salmantino 
              y de las vecinas comarcas portuguesas. Las festividades de San Sebastián 
              (20 de enero), patrono de la ciudad, y San Blas (3 de febrero), 
              con romería al cercano monasterio de la Caridad, son otras 
              celebraciones señaladas, así como el lunes de aguas 
              (segundo lunes después de Pascua), en el que, siguiendo una 
              tradición de la capital extendida por la provincia, se sale 
              a merendar el hornazo a los campos ya primaverales. 
              Artesanía. 
              La alfarería del barro, la cestería y el forjado destacan 
              como viejos oficios en los que Ciudad Rodrigo tuvo y aún 
              tiene importancia provincial. Junto a ellos, se va extinguiendo 
              la fabricación de cencerros, se trabaja la filigrana al modo 
              charro y se elabora el cuero con nuevas tendencias. En Semana Santa, 
              del jueves al domingo, la Plaza Mayor acoge una Feria de Cerámica 
              a la que acuden numerosos artesanos. | 
             
              
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